UNA ORACIÓN AL DIOS VIVO
Señor, en esta mañana, quiero poner mis labios y mi corazón en tu presencia poderosa. Danos hombres y mujeres que sepan soñar despiertos en este tiempo tan pragmático en sus raíces y en sus apariencias.
Danos, Señor de los mil nombres, Dios de nuestros padres, hombres y mujeres que dejen en el armario de su dormitorio los garfios del miedo, que paralizan casi sin darnos cuenta la llama de nuestra libertad, y ponnos alas de perfección en los pies.
Danos, Señor de las promesas, hombres y mujeres buenos que sepan lo que es amar a Dios y a sus criaturas. Hombres y mujeres grandes que tengan fuego en el corazón y lágrimas en sus adentros. Señor, Dios mío, dame alas para levantarse de mi mediocridad. El frío de la realidad se hace seductor y atrayente, sólo en apariencia pero cuando su aroma nos invade por completa y sacia su propósito, entonces nos deja en lo hondo la sed del vacío y la profundidad de lo incierto.
Señor mío, muéstrate con toda tu fuerza como hiciste con Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, Edith Stein... una nube ingente de testigos que vieron tu rostro y su vida cambió bruscamente.
¡Ay, Dios mío, ilumina mi noche con la claridad de tu semblante! ¡Ay, Señor mío, no te pares en la rosa, ni en la nieve, ni en la montaña, ni tan siquiera en el templo... Ven a mi corazón y haremos que tu fuerza nos haga danzar como dos bailarines!
Ojalá rasgases el mal de la tierra y te abras enteramente con tu claridad dejando a la interperie la invasión cobarde, que distribuye y aumenta los arpegios de la paz.
Te busco y busco, dejando incluso mi aliento en la cuneta pero nada irradia la noche. Pero incluso ahí, cuando la trinchera del sufrimiento se hace tan evidente, lo único que hace comprensible nuestros actos eres Tú, eterno amado para el alma peregrina, volcán celoso para el corazón sediento, diana profunda para la flecha interior. ¡Si, tú eres el Amado que hiere el alma con deseo y anhelo, y cuanto menos te hace visible más nos contagias de búsqueda desesperada! ¡Si, tú eres el que nos hace encontrar la sospecha pero sólo la fatiga creadora y sola hará encontrar en Ti la belleza que anhelamos el calor que necesitamos y la fortaleza que deseamos!
Te invito a rezar esta oración de Santo Tomás Moro: “Señor, dame una buena digestión y, naturalmente, algo que digerir. Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla. Dame un alma sana, Señor, que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro de modo que, ante el pecado, no me escandalice, sino que sepa encontrar el modo de remediarlo. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los ronroneos, los suspiros ni los lamentos. Y no permitas que tome demasiado en serio esa cosa entrometida que se llama el “yo”. Dame el saber reírme de un chiste para que sepa sacar un poco de alegría a la vida y pueda compartirla con los demás”.