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jueves, 26 de abril de 2007

Primero de enero de 1988

Son casi las tres de la tarde. Abrir los ojos después de seis horas de sueño en pleno día. Encuentro que hace un año, el primer pensamiento fue para Dios, mi Señor! No puede ser menos. Y estas primeras horas tienen que ser de nuevo una muda oración: Señor que vea! Dijo el ciego del Evangelio cuando habiendo dado un tirón a la túnica de Jesús, éste se volvió y le preguntó: qué quieres! Al reconocer su Voz, el ciego se llenó de energía, cobró aliento y gritó ante todos "Señor, que vea!".
Hoy necesito ver, saber lo que debo hacer. Ver, no la luz del sol que felizmente me alumbra desde hace 49 años, sino que vea la Luz tuya, de tu Gracia. El amor, la misión que me confías. El camino que me tienes trazado. Y con ésto hago mía la pregunta de Dulcinea en Don Quijote, cuando el anciano moribundo tendido en su lecho le manda a llamar y una vez en su presencia: "Qué quieres de mí?". El mortalmente enfermo no le respondió. En mi caso: Que vea. Qué quieres de mí! son las dos frases que se han convertido en mi oración favorita, que repito como una jaculatoria, muchas veces al día. Haz pensado en mí Señor, qué planes tienes para mí? Cómo puedo yo saber cuál es tu Voluntad? Saber lo que Tú quieres que yo haga. Este es el dilema al cual me enfrento cada jornada. Yo amo la libertad. Cuando me tocó estar preso, en dos o tres ocasiones he sufrido horriblemente por la dependencia que adquiere un preso, sometido a la voluntad de sus carceleros, entonces me he sentido angustiado, pero de Ti Señor, sí quiero depender porque Tu yugo es suave y llevadero, soy tu criatura y te pertenezco. Dáme un poco de Luz y de Amor. Esta es la angustia de mi vida, no poder saber qué es lo que quieres de mi?!

Otra navidad cerca del polo Norte

Ha llegado el frío, la nieve, una nueva Nochebuena. Cuando vivía en Bolivia y celebrábamos esta fiesta, no entendía porqué María y José pasaban tanto frío, cuando en Cochabamba por la misma época hace más bien calor, es verano y no encajaba bien el relato evangélico con la realidad boliviana. Esta quinta navidad, motiva la reflexción sobre éste hecho, en verdad cuánto frío y recién ahora se puede comprender desde la Vieja Europa y más aún desde un reino próximo al círculo polar, cómo habrán padecido María y José en aquellos momentos previos al alumbramiento, extraños ellos como nosotros, en un país desconocido al que viajaron para cumplir con el mandato de la autoridad que realizó un censo de la población.
Vimos por televisión la Misa de Gallo desde Roma, qué esplendor, qué solemnidad, aunque a mis hijos Arturo y Joaquín les pareció la ceremonia demasiada larga, y demasiado lujo, especialmente el brillo de los vasos sagrados cálices y copones y los ornamentos del Papa, de cardenales y obispos. No entendieron que habiendo nacido Jesús tan pobre y siendo el Papa su sucesor, hubiera tanta diferencia. Yo mismo me he quedado pensando, especialmente después de haber visto una buena película sobre la religiosa Teresa de Calcuta, la monja que abandonó el convento para recoger a los enfermos, a los moribundos de las calles de la India y ofreció a ése mismo Jesús un voto de pobreza para vivir entre los pobres. La monja se mostró opuesta a donaciones en dinero para su obra, simplemente las rechazaba y enseñó a sus monjitas a vivir de la Providencia, cada día con su pena, pero cada día con su pan. Su renunciamiento es tal que todos pueden ver, en forma transparente que Teresa es pobre, que ayuda a los pobres reunidos en viviendas donde ellas asean a los enfermos, les dan de comer y les ofrecen consuelo, los asisten en los instantes supremos de la muerte. En esta acción humana, vemos el milagro que arranca aquella Noche en que llegó el Redentor y padre amoroso de todos los hombres.
25 diciembre 1986