Toda su vida fue un inconforme. De niño no se cansaba de inventar juegos y liderizar a sus compañeros de corta edad, de adolecente aprendió a boxear y andaba casi siempre con un ojo amoratado. Sus biógrafos escriben que le quedó un ojo maltratado a costa de tanto golpe de puño. Algo más crecido cuando empezó a publicar sus crónicas en el diario del pueblo, concibió la idea de trabajar como corresponsal de guerra, en tal condición ingresó al ejército y a causa de sus menores facultades físicas y accediendo a su pedido personal lo hicieron redactor de la compañía a que pertenecía, la Guerra del 14 estaba en plena efervescencia y enviado a Europa como auxiliar de la Cruz Roja, se ocupó más de ver y escribir que de trabajar en la misión a la que se enroló y le dieron el grado de teniente de servicio médico. Buscó enfrentar el peligro para describir con exactitud lo que era la guerra, hasta que llegó al frente de batalla y resultó envuelto en acciones de guerra, muy cerca de la muerte que rondaba su presencia resultó herido por las esquirlas de un mortero en ambas piernas y tuvo que ser trasladado de urgencia a un hospital donde pasó largos meses, recluído muy a su pesar para reponerse de las heridas. De regreso a los Estados Unidos, lo tendremos a la búsqueda de nuevas emociones, sus numerosos viajes, su afición por los toros, la tertulia y los cafés, aunque no se crea que se quedaba allí muy quieto, de ninguna manera, Ernest (que recibió el nombre por su madre Ernestina) andaba siempre en busca de algo mas. Mientras no dejaba de escribir, durante muchos años practicó y vivió del periodismo, luego planificó su alejamiento del mundo de la crónica y la noticia, porque quería concentrar sus esfuerzos en la creación literaria. Se puede decir que tuvo pasión por las letras. Redactaba sus obras con gran rapidez y habilidad, aunque luego, las revisaba una y otra vez. Se dice que de su novela Adiós a las Armas, hizo treinta versiones diferentes.
Cuando escribió su obra galardonada con el Nobel de Literatura, El Viejo y el Mar, Hemingway había alcanzado la cima de su logro propio, de su perfeccionismo, de su manejo del idioma y de su capacidad de decirlo todo en pocas palabras, "con muchos verbos y pocos adjetivos" como afirma uno de sus críticos que lo estudió a fondo. Cuando se trató de calificarlo para el máximo galardón de la literatura universal, el jurado estuvo unánime en otorgarle el trofeo, que por otra parte, Hemingway nunca persiguió. Escribía porque con ese espíritu errante y perfeccionista, resultó siendo el eterno peregrino de la tarea ideal. Alcanzar la cima de la gloria, para sí mismo, para sus duendes y demonios que no le daban sosiego, como ha sucedido con los genios. Detrás del ideal hasta alcanzarlo.
Ponemos a disposición de todas las personas de buena voluntad, que utilizando un lenguaje claro y pulcro, deseén participar con opiniones en el blog. El espacio está abierto a todos, es más agradeceremos toda participación que vaya a enriquecer los contenidos en provecho colectivo
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sábado, 2 de junio de 2007
martes, 29 de mayo de 2007
Hemingway y su primera obra
Cuanto más se conoce la obra de éste insigne literato, más se apasiona uno por su estilo y sus experiencias personas tan ricas, tan variadas, tan apasionantes. 24 años tenía cuando editó su primer libro de sólo 60 páginas y con un modestísimo tiraje de 300 ejemplares, que además le costó mucho vender, casi todos los regaló a "mis amigos y a desconocidos", Tres Cuentos y Diez Poemas. Los cuentos se refieren a la caza y la pesca, el alcohol, el sexo, el fracaso del amor y el suicidio, que según interpretan sus biógrafos fue la simiente de toda su obra literaria, de sus pasiones y de sus aficiones. Entre sus Diez Poemas están la guerra, lo más feo y sórdido de éstas. Lo notable es que sus familiares reaccionaron en contra de la primera obra, su padre que había pagado por seis ejemplares, no tardó en devolverlas, "sin haber terminado de leerlas" porque un gentleman "sólo habla de sus enfermedades venéreas con su médico".
La publicación de su obra no alteró para nada su situación económica y pronto desde Francia decidió regresar a casa por cuanto su mujer Hadley se hallaba embarazada. Lo notable es que su estancia en Europa, especialmente en París, le marcó para toda la vida, por sus lecturas, por la amistad y la relación con escritores y artistas que eran en aquel momento la flor y nata de Francia, por las corridas de toro por las que tuvo siempre una pasión especial "no es un deporte, es un drama", sin embargo estaba allí en Madrid, en Sevilla, en Ronda y Granada junto a dos o tres amigos con quienes compartía las emociones de las fiestas taurinas.
De sus maestros literarios como Gertrude Stein, Sylvia Beach, los esposos Pound aprendió una literatura exigente y rigurosa, concisa y antirretórica, que junto al estilo telegráfico de su nomenclatura periodística se constituyen en el marco de su futura labor. Más tarde en su obra París era una fiesta dedicada a su esposa Hadley su compañera de la bohemia intelectual "de los tiempos en que éramos muy pobres y muy felices". Vivieron en efectos grandes apuros, pendientes de los cheques del Toronto Press para el que escribía y le pagaban por crónica publicada. El estudio de su periplo por Europa nos dará también las claves de sus principales novelas que fueron llevadas al celuloide y que le dieran grandes ingresos económicos.
La publicación de su obra no alteró para nada su situación económica y pronto desde Francia decidió regresar a casa por cuanto su mujer Hadley se hallaba embarazada. Lo notable es que su estancia en Europa, especialmente en París, le marcó para toda la vida, por sus lecturas, por la amistad y la relación con escritores y artistas que eran en aquel momento la flor y nata de Francia, por las corridas de toro por las que tuvo siempre una pasión especial "no es un deporte, es un drama", sin embargo estaba allí en Madrid, en Sevilla, en Ronda y Granada junto a dos o tres amigos con quienes compartía las emociones de las fiestas taurinas.
De sus maestros literarios como Gertrude Stein, Sylvia Beach, los esposos Pound aprendió una literatura exigente y rigurosa, concisa y antirretórica, que junto al estilo telegráfico de su nomenclatura periodística se constituyen en el marco de su futura labor. Más tarde en su obra París era una fiesta dedicada a su esposa Hadley su compañera de la bohemia intelectual "de los tiempos en que éramos muy pobres y muy felices". Vivieron en efectos grandes apuros, pendientes de los cheques del Toronto Press para el que escribía y le pagaban por crónica publicada. El estudio de su periplo por Europa nos dará también las claves de sus principales novelas que fueron llevadas al celuloide y que le dieran grandes ingresos económicos.
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