Mauricio Aira
Cuando se
reciben tantos mensajes de amigos de todas partes, cuando llueven las preguntas
del porqué nos preocupa tanto Bolivia y su destino, las palabras se empobrecen,
carecen del significado que sí están dentro del espíritu mismo y que uno
quisiera atreverse a llamar Amor Profundo.
Es que no
podemos escapar a nuestro destino, dedicarle más pensamientos y lecturas y
tiempo de escritura a otro tema que no sea Bolivia, la que nos viera nacer
llamada Potosí, hace ya casi 80 años, la que nos viera crecer y ampliar nuestro
horizonte de conocimientos e ideales llamada Sucre, la que nos acogiera con los
brazos abiertos y nos brindara su
generosa fuente de vida y de trabajo llamada La Paz y Siglo XX, la que
finalmente nos permitiera procrear hijos y llenar la existencia de sendos
destinos humanos y que se llama Cochabamba donde por tres lustros floreció
nuestro caminar en medio de micrófonos, hojas blancas llenadas de textos negros
y de actuaciones múltiples en los también variados escenarios cívicos,
radiales, religiosos, cooperativos y de convivencia social como el Club de
Leones y el periodismo militante.
Amor que se
encarna en las figuras de sacerdotes y maestros como Romero Palestro, Genaro
Pratta, Alberto Aramayo, Luis y Antonio Díaz, José Bustamante, Raymundo
Gregoriú, Gaby Vallejo, Humberto Guzmán, y en las señeras figuras de la
historia como la de Juan Quiroz marcado por dos vocaciones la de discípulo de
Cristo y de portador de la palabra escrita, como expresa su biógrafo Jaime Martínez.
Quiroz nació en Cochabamba y sintió el llamado religioso que le hizo recorrer
Chile, España e Italia donde ensanchó sus horizontes y moldeó su personalidad
universal y multifacética de sacerdote, poeta, crítico literario, promotor de
la cultura y de vocaciones de escritor, de maestro de lectores y amigos y
creador de cenáculos literarios en los que no faltó nada, desde la profunda
meditación y la discusión filosófica, la charla literaria y de análisis de
ideas y posturas y de debate sobre el fútbol y sus pasiones, llenas siempre de
bromas y buen humor, inspirando esa gran pasión por Bolivia.
El biógrafo
remarca “las vocaciones de sacerdote y escritor se entrecruzaron siempre en la
mente y el espíritu de Quiroz”, sus escritos lo muestran buscador de la verdad
y es que quién está enamorado de la verdad deja que de sus fuentes mane el
fruto de lo más valedero, el amor por la Patria.
De modo que
cuando en tono de suave reproche los hijos no atinan a explicarse esa
preocupación rayana en la obsesión por Bolivia, por su gente, su destino, sus
andares siempre inseguros y dubitativos, la única explicación lógica está en el
profundo amor, en el despertar de cada día y abrir Los Tiempos, El Deber, los
portales Hoy Bolivia y EJU,TV y mantener un diálogo febril, que nos ha llevado
a producir 9 libros editados por Facebook, el “mágico programa de Internet que
ha documentado esos 3.120 días de testimonio” y nos ha entregado uno tras otros
los volúmenes de textos e imágenes que documentan y ratifican el Amor por
Bolivia a modo de un “diario íntimo”.
Cómo dejar
de lado los nombres de los amigos que con su civismo acendrado por Cochabamba
nos enseñaron el trabajo y la dedicación a la Comunidad como Hugo Bilbao La
Vieja, Javier Rodríguez, Carlos Cossio, René Olmedo, Gastón Cornejo, Oscar Arze
Quintanilla, Jaime Méndez, Edwin Tapia o los ya desaparecidos Alfonso Canelas,
Luis Ossio, Remo Dí Natale, en su actitud y ejemplo tratamos de emular nuestra
conducta, motivados siempre por el amor profundo por Bolivia.
No tiene
otra explicación este testimonio vivo, permanente en favor de los grandes
ideales de la Patria fáciles de reconocer como la Justicia, la Democracia la
Paz Social con el desarrollo que lleve al disfrute de la vida en su bendecido
territorio repleto de bienes inexplotados y otros explotados a medias.
Territorio que es Patria y es Promesa, es lluvia de bendiciones y por momentos
antro de malhechores que la utilizan en provecho ajeno.