“La buena literatura no reconoce ninguna frontera”, aseguró ayer el escritor Mario Vargas Llosa en el coloquio con autores bolivianos que organizó la Fundación Nueva Democracia en Santa Cruz y que es parte de la agenda que cumplirá el premio nobel de Literatura, durante una visita de seis días a esta capital.
En el auditorio de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), colmado de personalidades de Santa Cruz y de otros departamentos del país, Vargas Llosa aseguró que la buena literatura surge en lugares donde se presentan problemas profundos, porque ésta llena los vacíos de las sociedades y se convierte en una tabla de salvación de la gente.
Luego de la presentación que hizo el presidente de la Fundación, Óscar Ortiz, Vargas Llosa aseguró que el hecho más importante de su vida de escritor fue cuando aprendió a leer, en Cochabamba. Dijo que se trató de algo “milagroso”, pues su vida cambió de manera extraordinaria, porque la lectura le enseñó a vivir en el mundo de la ficción, que es donde se “puede vivir lo que en la vida real nos está vetado vivir”.
Acicateado por Édgar Lora, Gabriel Chávez, Claudia Bowles y Blanca Elena Paz, Vargas Llosa ratificó una confesión: para él, escribir es una manera de vivir; es vivir otras vidas en la suya.
En Viru-Viru, Mario Vargas con Oscar Ortiz |
No sólo es historia
Consultado sobre las técnicas de escribir, el Premio Nobel de Literatura fue generoso en sus comentarios. Aseguró que si bien la historia a narrar es fundamental, también lo es y, probablemente en algunos casos más que la historia misma, la forma en que se narra esa historia.
Comentó que uno de sus maestros fue Faulkner, a quien leyó en 1953 y que lo tuvo que hacer con lápiz y papel para entender los tiempos verbales que utilizaba el narrador y la complejidad que debía desentrañar.
Ahí, además se convenció de que tanto como la historia a contar y la forma de narrar son insuficientes sino está claramente definido el narrador. Es decir, no son tan importantes los personajes --a los que se quiere como a los hijos y, como a ellos, no es posible anunciar algún preferido-- sino quién cuenta la historia.
Una vez definidos la historia, la forma de narrar y el narrador queda un factor fundamental: el tiempo, que no es el tiempo real.
Y recordó que, en 1958, después de leer Madame Bovary, de Flaubert, Vargas Llosa definió que quería ser: realista, cuidadoso de las formas y el tiempo.
Mientras el escritor explicaba con generosidad estos aspectos técnicos, acaparando la atención de sus interlocutores y de quienes se dieron cita en el coloquio, era posible observar en el salón de la Aecid a muchos escritores -varones y mujeres- presentes, escribir sus notas y a los periodistas, probablemente, tratando de ir definiendo los ejes de sus noticias.
La literatura en la actualidad
No podía faltar una inquietante pregunta, qué hacer con la revolución tecnológica, que pareciera va desterrando la literatura del interés social.
Dijo que la responsabilidad es de quienes creen que la literatura es fundamental para crear ciudadanos críticos, díscolos.
“Depende de nosotros”, asegura el escritor. Si se cree que la literatura es indispensable para la sociedad, se debe promocionar su expansión desde la escuela; la literatura puede existir con las tabletas o el celular. De lo que se debe estar seguro es que si no hay literatura, si no se detiene esta cultura tecnocrática a ultranza y de mero entretenimiento se conformarán sociedades “pesadillezcas”, con seres autómatas y un poder central todo poderoso.
El Premio Nobel no se cansó de insistir que la literatura crea personas sensibles, inquietas, díscolas, activas y críticas, que son la base de sociedades libres y en permanente transformación.
Literatura y realidad
¿Cuál la influencia de la literatura en la realidad? Tiene efectos indirectos, asegura Vargas Llosa. Actúa a través de los lectores. Por eso sugiere que la pregunta correcta es que sin los buenos libros leídos uno sería mejor o peor persona, más o menos crítico, más o menos libre. Y asegura que él no sería lo que es si no hubiera leído a los grandes autores (momento en que hace la primera, de dos, cita de Gabriel García Márquez como buen escritor).
Y su entusiasmo se desborda. Es un privilegio hablar el español, asegura, porque el idioma es como una casa y ésta tiene más de 500 millones de hablantes. La literatura es irremplazable para conocer el propio idioma, asegurando que la gente que no ha leído buena literatura habla mal.
Además, la literatura nos permite “sacarnos la estupidez de los prejuicios, de las visiones mezquinas” y es por eso que los regímenes autoritarios (en la única referencia política expresa del coloquio) lo primero que hacen es establecer sistemas de censura de literatura porque ésta, a través de un poema, una novela, genera insatisfacciones, crea ciudadanos inconformes.
Luego el autor habló del teatro, de los nuevos escritores e insistió en el temor de que la literatura sea marginada y exiliada a las catacumbas y, de improviso, llega el fin.
Los Tiempos
Con el fin llegan los saludos. Quien escribe estas notas se acerca a Vargas Llosa y le cuenta de Los Tiempos. El recuerda el impacto de la clausura del periódico el 9 de noviembre de 1953. Y nos damos un apretón de manos antes de su salida por una puerta lateral.
En el lobby del auditorio, la gente comenta. Probablemente, como pocas veces en estos últimos tiempos, la política nacional ha sido marginada y hay satisfacción por haber escuchado a un hombre inteligente hablando apasionadamente de lo que hace.
Mario Vargas Llosa ofrecerá hoy una conferencia de prensa (Los Tiempos estará en ella) y luego partirá a la Chiquitania, de donde es posible creer, surgirá alguna obra.