Generalmente, empleamos la “o” como contraposición. Decimos, por ejemplo: bueno o malo; amigo o enemigo; oposición o gobierno; católico o protestante, etcétera.
Sin embargo, es muy positivo y muy humano pasar de actitudes opositoras a ideas de conciliación, de concertación y de complementariedad. Quiere decir, que debemos avanzar del uso tan frecuente de la “o” al de la “i”, ya sea la vocal griega o la latina.
La conflictividad que percibimos actualmente en nuestra sociedad tiene mucho que ver con esas actitudes, tan frecuentes, de oposición y rechazo a lo que piensan los demás cuando no están de acuerdo de nuestras propias ideas.
Debemos manejar en nuestros juicios con relación a los demás mucho más la “i” (la “y”) y mucho menos la “o”.
Algunos moralistas podrán alegar que eso nos puede llevar a un peligroso “relativismo” si es que no hacemos la necesaria distinción entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo.
Lo realmente importante es considerar a la persona, como tal, como sujeto con mucho más valor que las ideas y las actitudes de esa misma persona. La conducta de Jesús nos enseña eso mismo con gran claridad: Los fariseos le acusaban a Jesús de ser amigo de pecadores, de publicanos y de recaudadores de impuestos… y era verdad…. Esas tres categorías sociales eran muy despreciadas por el pueblo de Israel sobre todo porque en nada cumplían con la Ley Mosaica que regía la vida, no solamente la religiosa, sino también la social y política. Jesús, en sus actitudes y en sus relaciones con su pueblo, supera siempre las actitudes de confrontación. Critica duramente la conducta de los fariseos es porque ellos depreciaban y oprimían al pueblo. Tiene siempre una actitud positiva frente a la vida y acepta a las personas “tal y como son”, con sus propios defectos y limitaciones.
Él no era un usuario de la “o”, sino de la “i” ya que siempre expresa actitudes positivas ante los demás, aunque actúen y piensen en forma distinta. Jesús acepta a sus discípulos “tal y como son”, con todos sus defectos. A Judas, en el momento de la traición le llama “amigo”. Jesús es muy consciente de los defectos de sus discípulos y lo único que les advierte es que siempre sean entre sí expresión de fraternidad, basada en la plena aceptación de los demás con todas sus humanas deficiencias y pecados, buscando la aceptación del otro, no su corrección.