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lunes, 18 de junio de 2007

Hemingway y sus 60 abriles

Dueño de una fortuna que nunca disfrutó plácidamente, cuando sus libros se vendían por doquier y sus películas dobladas a muchos idiomas daban la vuelta al mundo, Ernest se complacía en viajar de Cayo Hueso a Cuba de allí a España y Francia. Amigo personal de grandes toreros como Ordóñez y Dominguín encontraba placer en acompañarlos y disfrutaba de interminables veladas con los maestros, con quienes sin duda, un tema frecuente de conversación era la muerte, con la que Hemingway se sentía más y más familiarizado. Digo abriles, aunque debería decir julios, porque Ernest había nacido un 21 de julio, fecha fatídica para todos los bolivianos, por que un gran presidente que "se hizo amigo de los pobres" Gualberto Villarroel fuera matado por una turba que penetró en el Palacio de Plaza Murillo, lo buscó pieza por pieza y dio con él en el tercer piso de cuya ventana, la turba arrojó su cadáver, que recogido por otros desalmados fue arrastrado por el piso y colgado de un farol. Aquel día vivió horrores el pueblo y pidió Justicia Divina. Volviendo a nuestra historia, corría el 1959, sus amigos toreros heridos por los toros, cada uno en sitio diferente y él mismo víctima de un accidente de carretera. Se sentía enfermo y deprimido, regresó a Cuba en noviembre y se sorprendió de recibir una cálida acogida en La Habana, con periodistas y muchas preguntas sobre la nueva situación en la Isla que frecuentaba desde hacía 20 años y se consideraba casi un cubano.
1960 fue para Hemingway un año especial, tenía transtornos nerviosos cada vez más frecuentes y sufría afección en la córnea que amenazaba con la ceguera y las dificultades de seguir escribiendo al ritmo deseado. Algunos de sus biógrafos dicen que un artículo extenso que le había pedido la revista Life y que tituló El Verano Peligroso, alentaba una decepción contra Castro cuya simpatía había sido manifiesta, total que al encontrarse en julio siguiente en Cayo Hueso comentó sus impresiones con sus amigos de cierta inseguridad en Cuba, para "todos los norteamericanos que son expulsados y Estados Unidos insultado", lo evidente es que éste verano Ernest no era más el fogoso y animoso mantenedor de la tertulia y el jolgorio, sufría de insomnio, pérdida de memoria, inseguro, atormentado por remordimientos, se volvió irritable y depresivo, al parecer empezaba el "delirio in tremens" a exteriorizarse más y más, se siente incapaz de escribir y menos de corregir lo escrito. La manía persecutoria no le abandonaría más y veía en todos los de su entorno una amenaza a su seguridad. Internado en la clínica Mayo de Minnessota, no se pudo evitar que los diarios lo ignoraran y empezó a recibir cartas y telegramas de sus lectores y amigos, entre ellos de John Kennedy que lo invitaba a su posesión, cordialmente rechazada por motivos de salud.

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