El hijo mayor Arturo al cumplir 22 años se marchó del hogar. Fue un abrazo triste, pero no dramático. Cuánto costó que la madre aceptara que los hijos crecen, quieren tener independencia y se les debe dar. Los hijos tienen que marcharse solos y empezar sólos, asumir sus responsabilidades con su economía, su conducta, su trabajo. Todos dímos el gran paso un día de nuestra vida. Dejar a los padres no es fácil, pero hay que hacerlo. Son estos sufrimientos que uno mismo se provoca que luego con proporcionan paz y nos preparan para algo más grande en la vida. Los suecos lo hacen sin dolor, a nosotros los hispanos nos cuesta más. Sufrimos.
Arturo lo pensó mucho tiempo. Ha dudado tanto! Al fin se decidió y yo tuve que ser un poco duro. Se me partía el alma, pero por su propia felicidad tuvo que ser así!
La vida de holganza, sin compromisos ni oglicaciones, una vida muelle no es una vida real. Es mejor y es necesario asumir un sol, con una muchacha para construír juntos un proyecto de vida. Ella es buena, seria, trabajadora y firme de carácter.
Ojalá se comprendan y complementen.
Gotemburgo, cinco de enero 1989
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