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martes, 9 de agosto de 2011

cómo orar. el Padre Nuestro debe estar en nuestros labios para toda ocasión, al despertar al cerrar los ojos. para pedir aumento de Fe. (sentida reflexión de Orlando Caballero)


Como cristianos que somos, o pretendemos ser, nuestra respuesta a la pregunta debería ser afirmativa, pero, ¿lo es? Si es negativa es que estamos mal, y, lo peor, es que puede ser que no nos demos cuenta de esta importante falencia.
Orar es pretender y conseguir finalmente estar en sintonía con Dios. Y sintonizar con Él es contar con Él; es andar sobre seguro; es conseguir tranquilidad; es ir adquiriendo serenidad.
Jesús, nuestro ‘jefe’, es clarísimo en esto: “Oren, pidan, busquen, llamen, insistan, pues entonces se les dará”. ¿Y qué se nos dará? Lo que pidamos, posiblemente, pero sobre todo se nos dará el estar en manos de Él, que sabe mejor que nosotros qué necesitamos.
La oración, por otra parte, debe nacer del corazón, no precisamente de la mente. La mente será hasta donde alcance su capacidad el medio expresivo de la oración del corazón, pero solo hasta ahí, pues para expresar a Él nuestros anhelos más íntimos, nuestros temores más profundos, nuestras dudas, el lenguaje que elabore nuestra mente quedará corto, pero los anhelos del corazón seguirán expresándose más allá de la elaboración mental. Para orar, pues, con el corazón se debe hacer abstracción de la mente. Se debe expresar a Dios ‘desde adentro’, no desde la periferia, nuestras alabanzas, agradecimientos, peticiones, inquietudes, incluso nuestros reclamos.
Fuera de nosotros, que ojalá lo hagamos, ¿oran nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros hermanos? Ojalá lo hagan, pero si no lo hacen, nosotros podemos orar por ellos, interceder por ellos y también “se les dará”. ¿Acaso fue el criado del centurión quien recurrió a Cristo para sanar? Fue el centurión quien pidió por su criado, y este sanó (Mateo 8, 5-13). Igual sucedió con la hija de Jairo (Mateo 9, 18-26).
Condición imprescindible de la oración es la fe, la cual está por encima de todos los razonamientos mentales. Ejercer la fe es decir ‘creo’ desde el corazón, pues posiblemente la mente no crea. Más aún es decir “estoy seguro”. Jesús, cuando alguien le pedía algo, le preguntaba: “¿Crees que puedo hacerlo?”. En otras palabras, insistía en la necesidad de tener fe en su poder de curar y de hacer milagros. Entre todas las cosas que pidamos, debemos pedir fe, pues nosotros no podemos producirla, pero Él, ante nuestra insistencia, también nos la dará, y entonces seremos como el centurión.
Para orar se debe salir del círculo vicioso del no oro porque no tengo ganas de hacerlo y no las tengo porque no oro. Ese círculo puede y debe ser roto, ¿cómo? Practicando las oraciones elementales que tal vez nos enseñaron de niños. Por la mañanita un padrenuestro, un ‘buen día’ a Dios, un agradecimiento por el nuevo día, unas peticiones para el día, un acto de fe en Él. Por la noche otro padrenuestro nacido del corazón, un agradecimiento también, una alabanza, un contarle un poco sobre nuestro día, otro acto de fe. En el transcurso del día también se puede orar. Eso basta para empezar a sintonizarse con Él.


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