Sancho está al pie del lecho de enfermo de su amo y señor don Quijote. El Quijote delira y sueña, Sancho!, le dice... prepárate, nuevas aventuras nos esperan. Sancho responde...más desventuras todavía? En su sencillez de campechano, llevado por la lealtad hacia el noble caballero, ya que le había seguido por las tierras de La Mancha, padeciendo infortunios y privaciones de toda laya. Estaba en verdad agotado de tanto sufrimiento. Don Quijote al borde de la tumba, consecuente con su espíritu aventurero soñaba con nuevos episodios de drama y combate. Para él, el visionario y romántico señor ésto era vida, para el escudero cansado de velar por el amo, ésto no era sino un rosario de desventuras y sufrimientos.
El mismo caballero enamorado tenía cerca de su lecho de enfermo a la dulce amante, la Dulcinea que llorando de angustia por la situación penosa del ilustre enfermo, deseosa de cumplir los deseos del amado de su corazón, segura de merecer su confianza, repetía esta frase, que hoy la dirigimos a Dios Nuestro Señor, es nuestra más corta y más frecuente oración de cada día, frase que pide un milagro, una manifestación de su poder. Señor, qué quieres de mí!
Octubre 1985
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