Héme aquí, de nuevo en tus polvorientas calles. Rodeado del afecto de las gentes que entre curiosos y sorprendidos nos dan la bienvenida. Por ahí no falta un abrazo sincero, expresión de una vieja amistad, en medio de un efluvio de recuerdos que emergen con toda fuerza del pasado. Su viejo y remendado aeropuerto, su tráfico incontrolado y caótico, donde conducir es tarea poco menos que imposible.
Los viejos rostros, y otros no tan viejos de gentes que de niños de antes están convertidos en adultos, como si de pronto se hubiera realizado una metamorfosis brutal, que los convirtió de niños en hombres, sin pasar por la adolescencia. Veo, trato de ver lo más posible, lo más rápidamente para reponer el tiempo de la ausencia, para recomponer mentalmente el paso de los años, ávido de saberlo todo, cada historia personal, familiar, del colectivo, extraer de la memoria los recuerdos y comparar con el presente. Todo empieza a encajar en su sitio, en esa inmensa gama de afectos e impresiones que yacen más allá de la conciencia cognitiva.
Cochabamba, 2 de diciembre de 1985
No hay comentarios:
Publicar un comentario