cuando el Dictador, a quién le gustaba ser llamado "el padrecito de la Patria, el benefactor, el sabio por excelencia, el justiciero" había sobrepasado todos los excesos. su crueldad era tal, su desenfado, su arrogancia y vanagloria, que confiado en su seguridad, cometía todos los atropellos imaginables. lo relata su cronista Mario Vargas Llosa, se sentía tan seguro, tan protegido que lejos, muy lejos estuvo de imaginar que al menos tres grupos, estaban dispuestos a jugarse la vida, con tal de lograr la aniquilación física de Leónidas Trujillo.
las casi mil páginas de "la fiesta del Chivo" transcurren pronto, se lee de un sopetón aunque te lleve varias horas, o quizá dias. es que los funcionarios públicos, los jóvenes militares en servicio activo y algunos seminaristas ya con títulos como diáconos o filósotors se habían alzado bajo un solemne juramento, acabar con el tirano a como dé lugar. tarea que les llevó varios meses, preparativos y estudio de las rutinas de Trujillo, información minuciosa de su potencia de fuego y las salidas alternativas, y de las consecuencias que sucederían al atentado.
es que la via democrática ya estaba agotada, una tras otra, Trujillo se las arreglaba para salir reelegido. contaba para ello con todos los recursos, con toda la propaganda, con una camarilla que apostaba y ganaba mucho dinero por la seguridad del tirano. Vargas Llosa concentra la atención del lector en las "violaciones y los excesos sexuales del anciano pervertido"que se ensañaba especialmente con tres categorías de víctimas. las hijas de los funcionarios públicos por las que tenía sórdida predilección. era una pasión mezcla del placer de humillar a sus seguidores, a los que solía premiar con cargos diplomáticos o en los ministerios. Trujillo creía asegurarse de este modo la lealtad de su gente, o al menos el temor a abrir la boca, la represalia en forma de despido, detención y desaparición era frecuente.
la segunda categoría la constituían las esposas de los militares. abesado militarote, consideraba una hazana, "montando a las mujeres de los más brillantes militares", a los que dejaba saber su conducta, para humillarlos o someterlos, ante la impotencia de los mismos, cuya autoría se divulgaba muy débilmente por el temor a las represalias, a los cambios de destino, o el despojo de los privilegios de los que gozaban los aguerridos militares con mando de tropa y con presencia visible.
el tercer grupo de mujeres anónimas que acudían a los confesonarios para delatar al criminal, que además, siendo ya impotente, decrépito y perverso, sentía insanas iniciativas, ideando la mayor perversidad en su accionar, protegido como estuvo de guardias y guardia espaldad, edecanes y ayudantes que se arrastraban ante su presencia, si acaso querían gozar de privilegios.
los seminaristas que participan en el complot, para terminar con la vida del Dictador, Criminal y Abusivo generalísimo Trujillo lo hacían con la mayor convicción, de estar trabajando por la causa de la justicia y seguros de poner fin a las angustias del pueblo dominicano. - Deleite siente el lector de "la Fiesta del Chivo", y de una sana impaciencia, rogando que termine la historia con la muerte de Trujillo.
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