No matarás.
Quinto mandamiento.
Mauricio Aira
Leemos cientos de textos desde dentro y fuera de Bolivia condenando el
linchamiento del funcionario Illanes y la masacre de trabajadores mineros por
disparos de armas de fuego. Es que los ciudadanos saben que la vida humana es
sagrada. Que es hechura del mismo Creador del Universo y que la Doctrina
Cristiana lo deja muy claro. Nadie bajo ninguna circunstancia tiene derecho de
matar a una persona.
Refrescar lo del homicidio voluntario, que significa matar queriendo. Esto
es pecado mortal y gravísimo porque recuerda que el único dueño de la vida del
hombre es Dios. No solo es culpable el autor material, sino también los que
planean la muerte, cooperan con el asesino o le ayudan de alguna manera.
Enmarcados en esta doctrina de la vida, que nos acompaña desde el hogar, en la
escuela con el aprendizaje del Catecismo, en la vida civil, porque el Quinto
Mandamiento está incurso en la Ley de Leyes que es la Constitución Política del
Estado.
Recordar la prohibición expresa de provocar en forma indirecta la muerte de
una persona, en el concepto están los traficantes (de armas, de drogas, de
órganos humanos), todos los delincuentes que están incorporados en estos grupos
cometen asesinatos, o los que exponen a otros a riesgos mortales, manejar
borracho por ejemplo, expone a la muerte a sus pasajeros y a terceras personas
de fuera del vehículo. Y son culpables los que niegan ayuda a una persona en
estado de peligro, muchas veces en las carreteras pasando de largo sin prestar
auxilio. La excepción al precepto está cuando por defender la vida propia se ve
uno obligado a disparar en acción de legítima defensa.
El colectivo boliviano conserva malos recuerdos que tienen que ver con
linchamientos, muerte de mandatarios, asesinatos y masacres, por ello cuando
Morales anunció que su Gobierno “sería sin muertos” aplaudió el buen deseo,
desmentido ya cien veces, lo que provoca un sentimiento de frustración y
desilusión, a partir de ello Morales perdió credibilidad entre los ciudadanos,
en su inmensa mayoría cristianos adheridos a una cultura de la vida, propia de
la era que vivimos. El progreso científico configura una nueva humanidad donde
existen nuevas relaciones con la naturaleza y con los demás seres humanos.
Vivimos un estado de progreso que pretende garantizar la felicidad humana.
Recordar que el iluminismo ilustrado mantiene el hedonismo, el hombre debe ser
feliz, en el dominio de la ética y del pragmatismo que maneja la verdad del
conocimiento, y el liberalismo en el aspecto puramente político.
No obstante todo el progreso humano, científico y tecnológico, la cultura
de la vida ha venido ganando fuerza. No hay un solo Estado que vea la muerte
como un recurso y el hogar de las naciones, la ONU, ha consagrado como el
primero de los DDHH, el “derecho a la vida”, de ahí que las Leyes no pueden
ignorar la defensa del hombre y recrean las formas de protegerlo y secundar sus
nobles finalidades de existir. Formar un hogar, un estado, una comunidad en que
poder cultivar sus aptitudes.
No extrañe entonces, la repulsa, la indignación, el descontento que ha
producido el linchamiento con todas las agravantes de crueldad, salvajismo,
odio e inhumanidad con que cientos de mineros en Panduro actuaron en contra de
Illanes, para no repetir los repugnantes detalles del calvario al que fue
sometido durante varias horas previas a su muerte, a manos de sus verdugos que
desataron sus más bajas pasiones, conducta inexplicable e inaceptable
cualquiera sea el argumento esgrimido para cometer este horripilante asesinato.
No justifica para nada el hecho cierto de haber matado a bala los policías a
los mineros alzados en el trayecto La Paz, Oruro. Justicia hasta dar con los
asesinos de Illanes, justicia hasta dar con los asesinos de los mineros.
Lejos de poner punto final a este nuevo drama humano de la familia
boliviana corresponde elevar la voz en demanda de Justicia para los que
provocaron la muerte y el martirio del Vice Ministro Illanes, cuanto para
los intelectuales que habiendo hecho grandes concesiones políticas, económicas
y de carácter social a los cooperativistas, acordaron reducirlas sin poder
convencer de la pureza de sus medidas a los antiguos concesionarios de las
minas. La proclama de “defender el patrimonio de la propiedad minera para el
Estado” recientemente repuesta por el Vicepresidente García resulta un acto de
hipocresía por cuanto “Sí. Cedió Morales a la explotación de la riqueza minera”
a cambio de votos, de populismo y no exigió alquileres, ni costo social, ni tributo
al Estado. Los “barones del estaño explotaron las minas”, pero al menos pagaban
impuestos, concedían empleos, y tributaron a la Seguridad Social” sin discusión
alguna. Veamos las diferencias, cuando se vulnera el respeto por la Cultura de
la Vida. No habrá paz, ni habrá Justicia hasta tanto este crimen quede
totalmente esclarecido.
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