Hemos llegado a un nuevo uno de enero. 81, 82, 83 y 84, cuatro navidades, cuatro año nuevos que pasamos en Suecia, el primero fue en Ronneby, Blekinge y nuestro fallido viaje a Estocolmo, luego en Gotemburgo uno y otro primer día del año, pobremente sin contar nada más que con lo estrictamente necesario. Nada falta es verdad, pero tampoco sobra.
No hay dinero para ir todos juntos a un restaurante, a una función de teatro, ni siquiera a un cine. Cuando pienso que en la Patria bastaba por ejemplo a ponerme a trabajar un par de semanas para tener un dinero extra y poder hacer una fiesta, reunir a los amigos y brindar y comer. Aquí todo ello está prohibido. Si uno se excede en un gasto, luego vienen los días de hambre y de ayuno. Esto es irreversible. La sobriedad extrema a la que no estamos habituados, esa visión de la vida de estar ahorrando siempre, calculándolo todo,limitándose en todo sin darse el gusto de una expansión, ni en el vestir, ni en regalar, nos restringe tanto, que nos hace odiar esta vida!
Hoy fuimos invitados a casa de una viuda, cuyo esposo murió asesinado en Yemen del Sur. Ella es hoy una refugiada política y vive con su único hijo de 10 años. La cena fue preparada por ella misma, inobjetable. Postre, chocolates, un buen café, por bebida una cerveza "lät" de reducido grado alcohólico. En Bolivia en la casa más humilde habría sobre la mesa sin duda vino, wisky y quizá champagne y coñac, pero también abrazos efusivos, bailes y canciones.
El Año Nuevo transcurre sin emociones. Los hijos se marchan de casa en busca de sus amiguitos, es natural que quieran divertirse están en la plenitud de la vida. Las muchachas que los frecuentan encuentran en ello jóvenes diferentes que cantan, que bailan, que conversan. Son más soñadores y espirituales, las suecas los ven entretenidos, pero saben que esa amistad con los latinos es sólo pasajera!
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