Nunca antes había visto así tan hermosa la luna. 16.30 del 18 de noviembre de 1983. Qué brillante y grande se la ve. No es la luna llena de América, sino otra, quizá porque no hay nubes, una sola que la haga aparecer distinta.
La noche, puesto que ya es noche en éste otoño del polo norte, donde el invierno sin nieve se llama así, y donde el invierno verde se llama primavera. Qué pobres se ven las demás luces frente a la luna, que sin tener luz propia brilla como la reina del firmamento.
Qué lejos está uno de pensar en aquel planteado, satélite que hollaron los astronautas sin luz, calor, ni vegetación, ni vida alguna, triste y gris como nos la muestran las fotos y películas que se hicieron para propaganda de sus gobiernos. En noches como ésta sigue siendo la luna de los enamorados y poetas. La de Dante y Neruda, la inspiración de tantas historias de romance en todos los tiempos, la enamorada del sol y si fiel seguidora como la conocieron los incas.
Su visión trae a la mente aquel fervoroso verso que aprendimos en el Don Bosco de labios del sacerdote Edmundo Pysch y cantamos con fervor durante el mes de María: "Tu belleza de límpida Aurora, con sus rayos da vida a la tierra, pues en los astros que el cielo encierra, luces Tú cual estrella sin par... Brillas cual sol radiante, blanca como la luna, y los astros más bellos, no son bellos frente a Ti"
No hay comentarios:
Publicar un comentario