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martes, 27 de febrero de 2007

Juan Bosco solía escribir sus sueños

Los escribía al día siguiente y tiempo después podía interpretarlos, haciendo una relación con los hechos reales de su vida. Hoy se pueden releer con placer esos relatos y se encuentran hechos asombrosos que pertenecen no sólo a la historia de la obra salesiana en Italia, España, América, sino también con la historia política y social de muchos lugares del mundo como mi Patria Bolivia y Argentina. Los sueños de don Bosco, son admonitorios, predicen acontecimientos algunos de los cuales están en plena realización, claro que se trata de don Bosco, un santo, un visionario, un educador profundamente humano.
Al margen y aunque el soñar sigue perteneciendo al mundo del misterio, implica siempre un algo para comprender, para meditar y quizá para escribir. Así algunos sueños son retrospectivos, pertenecen al pasado mientras otros son visiones, referencias al futuro. Lo más frecuente es recordar sueños en los que el pasado se entrelaza con el futuro.
Desperté de un sueño liviano, comencé a ver mi vida como en una película, despertaba por momentos y volvía a dormir de modo que durante dos horas, la visión de este pasado me estuvo dando muchas vueltas por la cabeza.
Vi pasajes de mi niñez que hoy sólo menciono son la idea de escribir sobre ellos más adelante. Sobre Potosí, mi ciudad natal, la calle Bustillos donde viví varios años con mi padre y mis hermanas, sobre Eusebio Velásquez "la vieja" porque no tenía dientes siendo aún joven, amigo de mi hermano Jaime, que dibujaba retratos de Carlos Gardel y Jorge Negrete. Cómo no recordar a su madre anciana, a sus dos otras hijas, son imágenes borrosas, su tremenda pobreza, viviendo todos juntos en una sólo habitación. No sé cómo fue a dar a esa casa, a dos cuadras del Cementerio de San Roque, tendría quizá siete, ocho años. No recuerdo mi propio aspecto, pero sí las imágenes de las personas. A mi padre que me colocaba sobre sus rodillas, me hacía bromas, recuerdo las cachimbas y el tabaco fuerte que él fumaba, la casa entera se hallaba impregnada de tabaco crudo. Lo ponía a secar en latas de te, sobre una cocinilla eléctrica y entonces el aroma del tabaco se esparcía por toda la casa. (En otra entrada completo el relato)

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