Con la cabeza gacha, apenas si has querido conversar. Sé que sufres, que el destierro que u padre padece, lejos de la Patria, de los amigos, del cálido ambiente que allí nos rodeaba, sé que a veces te sientes inmensamente sólo, como en una isla desierta y abandonada. La infranqueable barrera del idioma te rodea como un muro alto y frío que no deja lugar a ninguna aproximación. Y cuánta necesidad tienes de la amistad, de la camaradería, del compañerismo que aquí en el exilio no se advierten. Lo mismo me pasa a mí, pero yo puedo refugiarme en mis libros, en mis lecturas, cosa que tú aún no puedes hacer. Debes saber que yo sufro por ti, que a veces no sé si hago bien en retenerte aquí, más pienso en la bondad de Dios, que de tanto sufrimiento algún bien quiere sacar. No te desanimes, no hagas madurar en ti el resentimiento, levanta el ánimo y supera tu encierro, reza, pues hay un Amigo que siempre nos comprende, que no nos abandona y permanece con nosotros en todas las circunstancias. Él es un verdadero amigo, pues dio su propia vida por los suyos, y como lo había profetizado "no hay mayor prueba de amor, que dar la vida por los que uno ama". Pídele la gracia de poder ser amigo suyo, sincero y leal, que es harto difícil y entonces, tú como yo podremos superar esta terrible pena de estar incrustados en una realidad que no nos pertenece. Sólo así con una visión cristiana del destierro, podremos caminar por el desierto los "40 años" que nos separan de la casa del Padre, alimentados por el maná de su invariable amistad.
12 de junio 1983
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